
Enrique Zúñiga, Abogado y Diplomático, 37 años.
Bosque Satori me lleva mucho a sentirme vivo,
a volver a pasarlo bien con quien soy
En Bosque Satori me pude dar cuenta de que soy mucho más que los límites que creía que conformaban mi persona, que soy mucho más grande que eso. La sensación de completitud, de libertad y de conexión con tantos aspectos míos que no creía que eran míos es algo que me cuesta poner en palabras, pero que solo puedo describir como el momento en que empecé a sentirme más yo, más vivo.
Recomiendo los retiros porque rompen la lógica de “problema-solución” y del simple esfuerzo voluntarista. Aquí uno se conecta con todo lo que puede ser, con todo lo que es en verdad, y también con lo que puede llegar a ser. Te recuerda que existen posibilidades infinitas más allá de lo que crees que eres o de lo que el entorno dice que eres. En ese sentido, es completamente revelador: te prepara para enfrentar el mundo y habitarlo desde quien realmente eres, sin dejar que el mundo te coma ni dicte las pautas de quién debes ser.
Con la experiencia que he tenido en el Bosque Satori, lo primero que me genera es una sensación de refugio, de asilo. Es un lugar demasiado bien preparado para generar este tipo de trabajo tan importante. Habitado además en un bosque precioso, con mucha naturaleza y con una arquitectura en desarrollo que conversa con el entorno, pero que también permite esta desconexión necesaria para el trabajo interior.
Es un proyecto que espero que se siga desarrollando, porque creo que es algo que empezó como una semilla ya muy poderosa, pero que se está transformando en algo increíble. Me cuesta imaginar incluso cómo puede seguir desarrollándose, pero solo veo más fuerza en este proyecto, más hermosura, un espacio incluso de más amor en la medida que pueda seguir creciendo.
Bosque Satori me lleva mucho a sentirme vivo, a volver a pasarlo bien con quien soy.

Verónica Vásquez, Psicóloga, 58 años.
Sentí cómo se despertaba esa paz interna que siempre está disponible,
pero que en la rutina suele quedar escondida
Mi experiencia en el Bosque Satori fue una explosión de sensaciones y de conexión con la naturaleza, con personas de distintas generaciones y, sobre todo, conmigo misma. Sentí cómo se despertaba esa paz interna que siempre está disponible, pero que en la rutina suele quedar escondida.
Es un lugar precioso, un pequeño paraíso, donde el sonido de los pájaros, el viento y el silencio se vuelven parte de uno. Es un lugar especial, de mucha creatividad y originalidad. Recomiendo atreverse a salir de la zona de confort y abrirse a experiencias como esta, que nos devuelven a lo natural y a lo esencial.
La arquitectura del lugar es única: un espacio circular que conecta con el cielo y con la inmensidad, pensado para inspirar y sostener el trabajo profundo que aquí se realiza. En esta ocasión, vine en pareja, con alguien que no es psicólogo ni del área, y fue muy enriquecedor poder compartir este tipo de experiencias juntos.

Valentina Figueroa, Médico Cirujano, 30 años.
Para mí, el Bosque Satori es más que un lugar; es un hogar, un refugio donde uno puede acercarse a su esencia y sentirse verdaderamente en casa.
Cuando llegué por primera vez a Bosque Satori, venía desde un lugar de búsqueda profunda. Había en mí una inquietud silenciosa, una sensación de vacío y un llamado interno hacia algo que no podía encontrar fuera de mí o en mis alrededores. Lo que anhelaba no eran logros ni definiciones externas, sino descubrir quién era en lo más profundo y poder conectar con la esencia que habitaba en mí. Bosque Satori apareció como una respuesta a esa búsqueda, como un espacio de calma, escucha y entendimiento.
No tengo un momento en particular que represente mi paso por el Bosque, para mí, lo más profundo ha sido la totalidad. Compartir con un grupo de personas que está con el corazón abierto, dispuesta a escucharse y acompañarse, a mostrarse vulnerable y a transitar sus propios miedos. Además está la naturaleza: Un bosque mágico, con montañas y con el viento que juega entre los árboles. Es un entorno que invita a detenerse, a respirar, a simplemente estar, a sentir que todo cobra sentido en el presente.
En Bosque Satori aprendí a estar presente, a habitar el ahora. Descubrí la paz y el amor que surgen cuando me detengo en el aquí y ahora. Empecé a conocerme, a mirar hacia adentro y a abrir el corazón al presente.
Personalmente, recomiendo esta experiencia sin dudarlo, creo que nuestro corazón siempre busca la verdad, y aquí, en este espacio, es donde se puede encontrar. Es un lugar maravilloso gracias al acompañamiento humano, tanto como de los asistentes y de los facilitadores, quienes poseen las herramientas, dedicación y amor necesarios para sostener un trabajo profundo y transformador.
Para mí, el Bosque Satori es más que un lugar; es un hogar, un refugio donde uno puede acercarse a su esencia y sentirse verdaderamente en casa.

Rodrigo Ruiz, Gerente de relaciones comunitarias Walmart Chile, 42 años.
Si realmente quieres sentir lo que es el existir, este es el lugar.
Fue la primera vez que me di un tiempo para mí, algo que jamás había hecho. Fue una experiencia de viajar por primera vez hacia mi. Un encuentro infinito.
Mi vida cambió por completo, un antes y después de cómo ver la vida, de cómo contemplar lo terrenal en medio de los egos. Tocó la fibra de la emocionalidad, abrir las puertas de la sensibilidad y sentir el ser y existir. Ha sido un acompañamiento cariñoso con amor y mucha empatía. Sin cuestionamientos, solo eran conciencias, prístinas, genuinas que estaban al servicio de todos. El nombre o lo que hacías nunca fue importante, éramos conciencias, milagros del Universo.
Bosque Satori: Si realmente quieres sentir lo que es el existir, este es el lugar. El momento más significativo fue cuando hice retiro en silencio por horas y me dediqué por primera vez solo estar conmigo mismo sin miedo ni ataduras. Contemplar contemplar y contemplar

Raquel Jiménez, Ingeniera comercial, 32 años.
Ahí, en el presente absoluto del bosque, me recordé:
yo soy esa paz, yo soy ese silencio que había olvidado.
La vez que fui, venía saliendo de un periodo de muchísimo estrés, ansiedad, y sobre todo de estar demasiado "afuera", atrapada en la exigencia del hacer constante, especialmente desde lo laboral. Volver ahí fue como volver a mí. Fue reencontrarme con la calma, con el silencio, con mi esencia.
En ese espacio me di cuenta de cómo me muevo por la vida encarnando distintos personajes. De cómo muchas veces me olvido de que no soy esos personajes, sino algo mucho más profundo. Ahí, en el presente absoluto del bosque, me recordé: yo soy esa paz, yo soy ese silencio que había olvidado.
Estar ahí, sin hacer nada más que ser, fueron apenas unos días… ¿cuatro?, ¿cinco?, no lo recuerdo exactamente. Pero fueron días que se sintieron como si hubiese estado un mes entero de vacaciones. Descansé más que en cualquier otro viaje que haya hecho.
El Bosque Satori es un regalo. Porque no solo es un lugar, sino un ecosistema perfecto para este proceso. Desde la conversación íntima hasta la meditación, la lectura compartida o los trabajos grupales, todo está pensado para invitarte a ese reencuentro contigo. A estar. A sentir. A vivir desde lo esencial.

Juan Pablo De Ferrari, Arquitecto, 37 años.
El Bosque Satori es un abrazo profundo de la naturaleza y de la vida,
un lugar seguro donde volver a ti mismo y recordar quién eres.
Tengo recuerdos hermosos de haber conectado, de corazón, con la naturaleza. En el Bosque Satori me sentí en un espacio seguro, en comunidad, rodeado de amor sin juicio, en un ambiente de contención y crecimiento constante. Fue como estar con esos padres que abrazan y sostienen, esos que te dan lo que tal vez los tuyos no pudieron darte.
Llegué al bosque porque estaba buscando una respuesta. Necesitaba apaciguar el dolor, encontrar un camino. Estaba perdido en la vida y sentía la urgencia de volver a conectar con lo verdadero: conmigo mismo, con la fuente.
Uno de los recuerdos más bellos que guardo es acostarme en el suelo del octágono, bajo el sol, después de los ejercicios físicos y emocionales de la mañana. Allí, procesando lo aprendido y lo liberado, me dejaba caer en el vacío acompañado de ese espacio seguro, como en el vientre de una madre: presente, real y sostenido.
No tengo una única experiencia que resuma lo vivido, porque en realidad es la suma de todo. El trabajo interior constante te transforma, te envuelve, te ilumina, te sana. Es un abrazo de la vida. Claramente hay un antes y un después de los retiros: surge un cambio consciente e inconsciente. Es difícil luego salir y volver al mundo, pero siempre queda el aprendizaje: la posibilidad de regresar, aunque sea desde lejos, a este espacio seguro, respirar y aplicar lo integrado. Vuelves con otra mirada, con otra perspectiva, reconectando no solo con la naturaleza del bosque, sino también con la naturaleza dentro de ti.
La comunidad del bosque es clave. Las personas que llegan son hermosas, como uno. Cada una con sus preguntas, dolores e inquietudes, pero unidas en la misma búsqueda. Ellas hacen que el Bosque Satori sea lo que es: un gran abrazo de la fuente, del amor, del crecimiento y de la contención.
Y nada de esto sería posible sin los guías del bosque, Manuel y Pai. Su acompañamiento profesional, presente y sin juicio, brinda experiencia, contención y enseñanza a cada uno por igual.
Recomiendo el Bosque Satori sin dudarlo, así como yo mismo volvería cada vez que pudiera. Es un antes y un después, un despertar, una brújula para encontrarte contigo mismo. Un recordatorio de que tú eres tu hogar, y de que siempre puedes crecer y encontrar herramientas para conectar con la vida y con el mundo real.
El Bosque Satori es un abrazo profundo de la naturaleza y de la vida, un lugar seguro donde volver a ti mismo y recordar quién eres.

Karin Ruiz, Médico, 33 años.
Para mí, Bosque Satori representa una hermosa oportunidad para comenzar un camino de sanación que te acompaña por el resto de la vida.
Siento que mi llegada a Bosque Satori fue mágica. Desde el principio, y sin pensarlo demasiado, me encontré en este lugar donde tuve la oportunidad de crecer inmensamente como persona y conocerme mucho más a mí misma.
Al principio, la idea de ir a este espacio para indagar y sanar aspectos de mi pasado me generó miedo y rechazo, porque creo que para nadie es fácil dar el paso hacia el autoconocimiento. En algunos momentos lo vi incluso como un reto, un acto de valentía en el que me atreví a abrirme conmigo misma y con otras personas (que en ese entonces eran desconocidas), en uno de los momentos más difíciles de mi vida: la muerte de mi padre.
Recuerdo haber sentido una pena profunda, pero también una profunda alegría, rabia, y un sinfín de emociones. Sin embargo, siempre me sentí contenida por la calidez humana, con la certeza de que no existía juicio alguno. En Bosque Satori, puedes sentir, puedes llorar, puedes reír… y todo está bien. Todo termina con un abrazo lleno de comprensión y amor.
Recuerdo muchas dinámicas en las que personas valientes se atrevieron a compartir y mostrarse vulnerables frente a otros, permitiéndose ser ellas mismas e iniciar así un bello proceso individual de sanación, acompañadas por un grupo de personas maravillosas.
Para mí, Bosque Satori representa una hermosa oportunidad para comenzar un camino de sanación que te acompaña por el resto de la vida. Recuerdo mi paso por allí como una etapa muy significativa, que sin duda marcó un antes y un después en mi forma de ver la vida y en cómo me relaciono conmigo misma y con los demás.
No me queda más que agradecer por tener la oportunidad de participar y ser parte de este lugar.

Pablo Rigo Rigui, Ingeniero Comercial, 34 años.
Para mí, Bosque Satori ha sido una experiencia de transformación radical
Para mí, Bosque Satori ha sido una experiencia de transformación radical. Llegué en un momento muy oscuro de mi vida y, gracias a lo que viví allí, se me abrieron los ojos. Fue el inicio de un rumbo nuevo que mantengo hasta hoy: viajar, disfrutar, pasarlo bien y vivir plenamente, algo que antes no hacía.
He vuelto varias veces y siempre ha sido una ayuda enorme. Hoy siento que no hay nada que me detenga para hacer lo que creo que es bueno para mí. Sigo trabajando y cumpliendo obligaciones como todos, pero ahora vivo en otro país, aprendiendo cosas nuevas y disfrutando de una buena vida.
Bosque Satori fue la puerta a esta transformación. Me enseñó una manera distinta de relacionarme, de comunicarme con personas muy diferentes, encontrando siempre un punto de conexión. Me saco el sombrero con Bosque Satori.

Ignacia Serrano, Terapeuta ocupacional, 34 años.
Sentí que en mí sigue viva esa fuente de amor que me ha sostenido siempre
En este camino que hemos recorrido creo que una de las cosas más importantes en las que hemos podido profundizar es en cómo “el cuerpo pasa la cuenta”, en la importancia de integrar la experiencia somática y corporal en la sanación de los traumas. Gracias a la guía amorosa, que invita a la reflexión y a profundizar en los miedos más profundos, he podido atravesar los dolores e incertidumbres más fuertes de mi vida sintiéndome totalmente apoyada y acompañada. El uso del cuerpo como un motor, como una dimensión que tiene fuerza, valentía y que está al pie del cañón a pesar de las más tremendas adversidades, permite conectar con el poder y las infinitas posibilidades de desafiarnos todos los días.
En Bosque Satori conecté con que, a pesar de los momentos difíciles, algo siempre me sostuvo. Estoy viva hoy gracias a eso. Sentí un pulso que me empujaba a seguir, a resistir, a luchar. Fue muy fuerte esa sensación. Y también fue muy lindo darme cuenta de que tal vez eso que me sostenía era este amor, esta parte mía que tiene ganas de vivir, de maravillarse con el mundo, de conectarse con la naturaleza, de respirar. Pensaba en cosas simples, como caminar descalza sobre tierra húmeda, bailar... Me conecté mucho con esa energía vital, con esas ganas de seguir porque la vida lo vale. Sentí que en mí sigue viva esa fuente de amor que me ha sostenido siempre.

Álvaro Martínez Blanche, Pintor, 65 años.
El silencio aquí es impresionante, parece que todo se callara.
Eso me dio mucha paz.
Lo principal que encontré en el Bosque Satori fue paz y tranquilidad. Para mí, la tranquilidad es fundamental, y aquí la conseguí. Es como una isla, un oasis donde todo es silencio, apenas se escuchan los pájaros y el viento. Estar aislado del mundo me permitió conectarme con esa paz.
El bosque, el río al lado y la arquitectura lo hacen un lugar íntimo, acogedor, como un refugio en el que uno puede estar y sentirse bien. El salón de meditación me llamó mucho la atención: esos cuadrados en progresión y la luz que entra al centro son muy especiales. Es importante terminarlo porque es el lugar de reunión principal, donde todos podemos sentirnos cómodos y convocados.
Con la comunidad me costó un poco al principio porque soy tímido, pero poco a poco me fui soltando y me quedé con ganas de más tiempo para conocerlos.
A quien esté dudando en venir, le diría que venga. El lugar es fantástico, es mágico, y para vivirlo hay que estar aquí. Lo que se ve en la web es tal cual, incluso más. No hay filtros ni disfraces: las fotos reflejan la realidad, y cuando llegas, la experiencia supera lo que ves.
El silencio aquí es impresionante, parece que todo se callara. Eso me dio mucha paz.

Valentina Campos, Psicóloga, 34 años.
¡Date uno de los regalos más lindos que te puedes dar en la vida!
Mi primer retiro fue en el 2023 en Coñaripe, en la “mansión”, buscaba calma, respuestas, y sanación. Siento que uno de los principales cambios que tuve fue el aprender a detenerme, parar, vivir y darme el gusto de vivir y disfrutar.
Mi segundo retiro fue en agosto de 2025; vine con el propósito principal de regalonearme y seguir autoindagando en mí. En los grupos con los que he compartido, he sentido cariño, contención, amor y empatía. Agradecida de Pai y Manu: su cariño y profesionalismo son genuinos. Mi consejo, por si aún no te has decidido a venir: ¡date uno de los regalos más lindos que te puedes dar en la vida!

Valentina Ríos, Fotógrafa, 34 años.
Todo estaba en perfecta sintonía, creando un espacio ideal
para reconectar contigo mismo y con lo que verdaderamente importa.
Mi experiencia en Bosque Satori fue sencillamente mágica. Llegué con expectativas altas, pero lo que viví las superó por completo. Desde el primer momento, me sentí acogida por cada detalle y cada persona que hace de este lugar algo tan especial. Conocí a personas maravillosas, y juntos formamos un grupo lleno de conexión y confianza.
Dormir rodeada de un bosque de árboles nativos, con el sonido del río de fondo y tener el lago Calafquén a unos pasos, todo en el corazón del sur de Chile, fue un regalo para el alma.
Quiero destacar especialmente la contención y la sensación de seguridad que Pauli y Manu nos brindaron. Su calidez y generosidad al compartir sus conocimientos fueron algo que atesoraré siempre. Me hicieron sentir profundamente acompañada en este camino, y me comprometo a aplicar todo lo aprendido con ellos en mi vida diaria.
Quedé maravillada con cada detalle, desde las instalaciones impecables hasta la comida hecha con amor. Todo estaba en perfecta sintonía, creando un espacio ideal para reconectar contigo mismo y con lo que verdaderamente importa. Esta es una experiencia que creo que todos deberíamos permitirnos vivir al menos una vez en la vida. Y sé que cuando la vivan, como me pasó a mí, querrán volver.

Katherine Adasme, Psicóloga, 34 años.
Pasar por el Bosque ha sido un reencuentro con mi esencia
y una invitación a dejar que la vida fluya a través de mí,
soltando la vergüenza, la culpa y el miedo al qué dirán.
Cuando decidí ir a Bosque Satori, mi intención era soltar el control sobre algunas cosas. Me sentía atrapada en mi mente, como congelada por fuera, pero al mismo tiempo con una enorme energía creativa disponible por dentro. Allí, esa energía encontró canales para expresarse: la danza, el psicodrama, las meditaciones activas, etc.
Si tuviera que elegir un momento especial, sería el día de la celebración en que todos nos disfrazamos. Yo bailé, bailé y bailé de principio a fin. Entré en un trance, en un flow total, sin mente, solo presencia y goce absoluto de la experiencia. Desde ese día, se desbloqueó en mí una parte creativa, histriónica y artística que anhelaba salir, aunque yo misma no lo supiera. Y, aún más profundo, se encendieron en mí las ganas de vivir mi vida plenamente, con todo lo que eso implica, aceptando lo que iba surgiendo desde dentro de mi corazón.
Pasar por el Bosque ha sido un reencuentro con mi esencia y una invitación a dejar que la vida fluya a través de mí, soltando la vergüenza, la culpa y el miedo al qué dirán. Recuerdo que temía que me consideraran “loca” o “rara” por querer expresarme a mi manera. Sin embargo, aquí he podido integrar esa parte que antes rechazaba. Siempre me he sentido acogida y amada; se genera una energía de tribu, aunque no conozcas a todos.
El acompañamiento de Manu y Pai es cercano y cálido: siempre disponibles para escuchar, profundizar o simplemente conversar. Al principio uno piensa: “Soy nueva, no conozco a nadie”, pero pronto descubres que eso no importa. La convivencia y las actividades van tejiendo una cohesión grupal muy especial y terminamos todos con ganas de abrazarnos.
Si alguien está dudando en venir, le diría que no lo piense tanto con la mente, sino que lo sienta con el corazón y la guata. Es una oportunidad para regalarte un espacio de cuidado, un regalo y una inversión invaluable para tu desarrollo personal y espiritual. Siempre que termino un retiro en el Bosque, me invade una gratitud inmensa: hacia Manu y Pai, el grupo y a mí, por haber escuchado a mi corazón y haberme permitido vivirlo.

Camila Núñez, Ingeniera Comercial, 30 años.
Para mí, el Bosque Satori significa amor, camino, conocimiento, descubrimiento y libertad.
Cuando llegué al Bosque Satori no estaba buscando nada. Me pareció entretenido participar, y aunque mi primera experiencia fue impactante, fue el inicio de una fisura en mi armadura. Con el tiempo aprendí a reconocerla, a ver los personajes que me atrapaban y a usarlos a mi favor, en lugar de ser prisionera de ellos.
Lo más valioso ha sido exponer mi vulnerabilidad, reconectar conmigo misma y abrazar lo que antes rechazaba. A veces los personajes vuelven de forma automática, pero ahora lo vivo como parte del baile de la vida. Descubrí que en mí hay algo mucho más profundo, y que la vida es para vivirla plenamente.
Tengo mucho que agradecer en mis pasos por el Bosque, por todas esas barreras que se han bajado. Ha sido increíble darme cuenta de que la manera en que las cosas se llevan a cabo, en su forma, conduce a una profundidad que encuentro realmente alucinante. No siempre es cómodo ni sencillo, pero esa incomodidad te lleva hacia donde uno quiere llegar, aunque no lo sepa. Esa es la razón por la que vuelvo, incluso cuando sé que será desafiante.
El grupo humano es maravilloso: es un espacio en el que es posible relacionarse sin etiquetas, desde la autenticidad. Muchas veces llevas días compartiendo con personas y ni sabes a qué se dedican o cuál es su apellido, porque eso no es esencial.
Claramente yo no sería la misma persona hoy en día sin el Bosque. La imagen que siempre guardo son esas rondas finales llenas de abrazos, risas y calidez. Para mí, el Bosque Satori significa amor, camino, conocimiento, descubrimiento y libertad.

Camila Mazzarini, Encargada de gestión y desarrollo de proyectos inmobiliarios, 35 años.
En Bosque Satori formé los cimientos de quien soy hoy:
me dio tierra firme para creer en mí y ver el potencial que llevo dentro.
En el momento en que decidí participar del primer encuentro en Bosque Satori fue porque quería ser feliz, vivir más plena y más libre. Y aquí encontré señales de que este era el lugar y el camino. Sin pensarlo demasiado, me arriesgué y puse todo mi corazón y mi propósito en la experiencia.
De las vivencias más lindas que recuerdo, están los compartires: verme reflejada en el dolor del otro, abrazarnos y sentir juntos cómo transmutábamos aquello que nos pesaba. Volver a ser niños, jugar, movernos más lento y pausado. En este espacio encontré amigos para toda la vida y descubrí formas nuevas, suaves y hermosas de vincularme con los demás.
Aprendí que ser yo está bien, que equivocarse no tiene nada de malo. Que puedo moverme con seguridad. En Bosque Satori formé los cimientos de quien soy hoy: me dio tierra firme para creer en mí y ver el potencial que llevo dentro. También aprendí mucho sobre disciplina, sobre el esfuerzo necesario cuando se desea algo de verdad. Pude reconocer viejos patrones que ya no resonaban conmigo y soltar lo que no me hacía bien.
Recomendaría mucho este espacio: es un lugar seguro, contenido y amoroso. Para mí, Bosque Satori es una invitación a descubrir la esencia de tu ser, sabiendo que el trabajo y el compromiso son tuyos.

Sofía Lagarini, Coach, 34 años.
Me atreví a ir más allá, a mirar más profundo, y en esa búsqueda encontré una verdad que hoy sigo cultivando: el amor que realmente soy
Fui al Bosque Satori siguiendo un llamado profundo: buscar la naturaleza, conectar con otros y descubrirme desde una nueva perspectiva. Dormir en carpa, hacer ejercicios de autodescubrimiento y convivir en comunidad fue algo que no sabía cuánto necesitaba… hasta que lo viví.
La experiencia de dejarme sostener y confiar en la guianza amorosa de Manu y Pai me abrió caminos que jamás imaginé. Me atreví a ir más allá, a mirar más profundo, y en esa búsqueda encontré una verdad que hoy sigo cultivando: el amor que realmente soy.
Hacer los ejercicios en grupo y ser testigo de los “darse cuenta” de los demás fue un reflejo de mi propio camino. Aprendí y sané al mirar a los otros, y también al dejarme ver en ellos. La comunidad se convierte en un espejo vivo de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser.
El bosque es un espacio sagrado y mágico; los árboles ancestrales son testigos de nuestra sanación y nos acompañan en este viaje de regreso al corazón. Recomiendo muchísimo vivir esta experiencia: es un antes y un después, y sin duda saldrás distinto de cómo llegaste.

María Mazzarini, Periodista, 43 años.
Me quedo con todo el amor que encontré, en un mar infinito y calmo,
que es mi corazón.
Venir al retiro fue algo intuitivo. Necesitaba luz, tranquilidad, calma. Y, sin pensarlo mucho, acepté la invitación. Vivir este retiro de Isla Negra 2025 fue volver a nacer: enterrar heridas y penas que estaban latentes en mí y no me dejaban avanzar. Aprender a soltar, poder partir nuevamente. Entregarle paciencia y calma al corazón. Volver a encontrarme con la naturaleza y la simpleza de las cosas. Encontrar la tranquilidad en lo esencial. Con el grupo con el que compartí, encontré contención, apoyo, cariño, luz.
Me quedo con todo el amor que encontré, en un mar infinito y calmo, que es mi corazón.

Andrea Lagarini, Lic. en Literatura, 62 años.
Ha sido muy luminoso y esperanzador
Alquimia de aceptación en un entorno de seres luminosos que, con gran generosidad, han encendido una linterna en mi incipiente camino. Ha sido muy luminoso y esperanzador.
Estoy profundamente agradecida de Manuel y Pai y a mí misma por el coraje de haberme permitido iniciar este camino de autoconocimiento.